El test de intolerancia a la fructosa es una prueba diagnóstica para diagnosticar la malabsorción de los azúcares por el intestino delgado, que han pasado al intestino grueso y alteran la flora intestinal.
La fructosa es un monosacárido, presente en diversos alimentos como el azúcar y la miel, que necesita ser metabolizada por el hígado para ser transportada a la sangre en forma de proteína. La intolerancia a la fructosa se produce cuando hay una malabsorción de esta por parte del hígado, en consecuencia pasa al colon provocan diversos síntomas digestivos: dolor abdominal, flatulencias, borborigmos y diarrea, son los más comunes, habiendo también pacientes que presentan náuseas, vómitos, cefaleas y estreñimiento.
La intolerancia a la fructosa es una patología muy común, que afecta a gran parte de la población pero suele estar infradiagnosticada. La prueba de intolerancia a la fructosa se realiza para detectar dicha anomalía y poder establecer una dieta pobre en fructosa y acabar así con los síntomas.
Tras realizar una primera muestra de aire para conocer el valor basal del paciente, se le administrará una solución de fructosa, sorbitol o fructosa-sorbitol. Posteriormente, el paciente soplará de nuevo en el aparato en un periodo de entre 2 y tres horas para ir recogiendo muestras y observar su evolución en los niveles de hidrógeno y síntomas.